Confianza viene del latín «confidentia», y en donde el prefijo «con» significa «junto», «todo», «con», y el término latino «fides», significa «fe». Se podría interpretar como «con toda la fe», «con absoluta convicción».

Relaciono la Confianza con la  Entrega[1], la cual  es una disposición y/o actitud de apertura y aceptación  incondicional, hacia  una situación,  un hecho o  un fenómeno (tanto interno como externo).

Elisabeth Kübler-Ross en su último libro “Lecciones de vida” (2002), hace  alusión a “la entrega”, cuando se refiere a  la “rendición” y nos dice:

“Si nos rendimos, todos podemos encontrar, en cualquier circunstancia, una paz maravillosa. Por desgracia, muchos tenemos miedo a rendirnos porque creemos que significa que nos damos por vencido y abandonamos la lucha, lo cual es un signo de debilidad. Pero en la rendición no hay debilidad ni dolor, todo lo contrario: cuando nos rendimos al conocimiento que todo está bien y que alguien se ocupa de todo, encontramos consuelo y fortaleza.

En general queremos dominar las situaciones y que las cosas sucedan a nuestro modo, y consideramos que acción es igual a fortaleza, y pasividad a debilidad. Nos resulta difícil aceptar que dejarnos llevar es algo positivo hasta que comprendemos que la mayor parte de la vida nos debería resultarnos fácil. No tenemos por qué darnos cabezazos contra la pared ante determinadas situaciones. Si tenemos que luchar de continuo, es posible que el universo nos esté intentando decirnos algo. Debemos relajarnos. No tenemos que aferrarnos a los empleos, las relaciones o las situaciones. Simplemente, podemos relajarnos y tener en cuenta que la vida será tal como debe ser.

La señal para que nos rindamos nos llega cuando estamos agotados por intentar controlar una situación o ganar una batalla. Nos rendimos para liberarnos de esa mortal tenaza, para dejar de preocuparnos, para abandonar esa lucha continua que resulta tan destructiva, que nos impide vivir el momento… La resistencia nos provoca miedo, y éste nos hace creer, de forma equivocada, que debemos controlar todos los aspectos de nuestra vida en todo momento. Ha llegado la hora de rendirse, de dejarse llevar, de nadar a favor de la corriente y no contra ella.” (Pág.199-201) [1]

Esa Entrega, esa Confianza, aunque en la definición habla de una absoluta convicción, en la práctica no es tan así, no hay seguridad absoluta, no hay certezas, pero acaso ¿no es lo único que tenemos, por lo menos para vivir con sabiduría y no desde nuestro Ego que resiste y lucha, agotándonos?

Cuando encargamos un trabajo, cuando vamos al médico, psicóloga, al mecánico, a la astróloga, al gimnasio, confiamos que van a actuar con sinceridad, que van hacer lo mejor para nosotros/as. Cuando tomamos un tratamiento, un medicamento, o iniciamos una relación de pareja, o la terminamos, o lo mismo un trabajo, un lugar, una actividad, confiamos que es lo mejor que podemos hacer.

Obviamente, a veces las cosas salen bien, como creíamos, pero también sucede que las personas y la realidad nos defraudan, a menudo las cosas se tuercen.

Cuando confiamos y accionamos tenemos el 50% de oportunidad que lo que esperamos se dé, salga como nos dicen. Y el 50% que no, que nos frustremos.

Es quizás entendible que personas, ante reiteradas desilusiones se vuelvan “desconfiadas”, como modo defensivo de protegerse, cuidarse. Es lógico ¿Pero se vive bien así? Mi experiencia personal y clínica me dice que no. Que de esa manera vivimos frenados, las personas se van llenando de miedos, resentimientos, el pasado siempre lo ponen por delante, nunca lo dejan atrás, no le dan al destino, al futuro la oportunidad de que las cosas sean diferente, el que “te jodan” se vuelve la certeza, la profecía auto-cumplida. Claro, así la persona esta “segura”, protegida tras su coraza, tiene “todo bajo control”, ya no hay sorpresas, van por el mínimo riesgo.   Como decía, pareciera algo razonable, quizás lo sea cuando han sido recientemente engañadas o desilusionadas, pero no podemos vivir así mucho tiempo, por lo menos con plenitud.

La Confianza es el “Élan vital”, o sea la “fuerza vital” o “impulso vital” que requerimos para caminar por la vida y desarrollarnos, expandirnos, darnos permiso a ensayar cosas nuevas, y errar, equivocarnos y volvernos a levantar y volver a intentar. Sin confianza nos estancamos, algo se duerme en mí, en ti, en vos, no miramos a la vida de frente, nos quedamos esperando lo seguro, que  no llegará, la vida no es un lugar seguro. Vivir es una aventura peligrosa o nos es nada nos decía Hellen Keller.

Hay personas que no se plantean el confiar, simplemente avanzan, siguen un sueño, o lo que les dicta su alma, saboreando el camino, permiten que la vida transcurra, poniéndole límites a sus expectativas, así pueden tolerar bien las frustraciones propias del camino, y recibir los regalos de cada estación a la que llegan y de la que parten. Aquí hay una confianza intrínseca en la vida y el camino, y aunque tienen miedos, como todas/os, igual caminan con sus temores.

Pero el camino requiere conciencia, no es cuestión de caer en una “confianza inocente o ciega”, como la mujer que vuelve a confiar en su pareja que le dice por décima onceaba vez, que se arrepiente de maltratarla, que ya no sucederá más. O confiar en los gobiernos, que parece que ahora nos cuidan cuando siguen siendo cómplices de la contaminación de la tierra, los ríos y el aire.

Confiar no es lo mismo que tener Esperanza. Ésta última se relaciona con esperar, espero que aquello que quiero o deseo ocurra en el futuro. La Esperanza tiende a dejarme en un lugar pasivo, inactivo, en alguien que mira por la ventana. En cambio en la Confianza, evalúo, decido y acciono, me juego, soy protagonista. Aunque es real que hay situaciones en donde conviene esperar, es importante seguir conectado a mi presente y a lo que éste me trae, practico la paciencia, y esa espera activa me permite no ser una víctima de aquello que espero, porque hay un límite.

Y CERRANDO…

En este último tiempo, me he visto frustrado, por la desilusión de personas, y por viejos síntomas que me han vuelto y creía superados. Tuve mi momento de dolor, enojo, escepticismo, y pensé que el mundo y las personas no son confiables, y tampoco puedo confiar que mis actitudes, conductas y buenas intenciones, arrojen resultados esperables. Me embargo una profunda tristeza. Me hundí. Y desde el fondo, me di cuenta que o bien podía vivir así, tenía fundamentos sólidos para mi sufrimiento, o probar, permitirme el soltar toda idea de cómo funciona el mundo, cómo debería ser la vida, y “rendirme” como plantea Elisabeth Kübler-Ross, que no es “darse por vencido”. Me sentí libre, entendí que confiar no me aseguraba nada, pero el estado interno de confianza me daba Paz, no control ni certezas. Y renací, me permití la Confianza nuevamente, como la carta del Loco del Tarot.

Confiar es decir Sí a la Vida, con todas sus luces y sus sombras.

[1] Marin, G. A. (2015) Camino hacia el Sí Mismo. Las cuatro facetas humanas desde una Piscología Integrativa: lo cognitivo, lo emocional, la existencial y lo espiritual. PubliFadecs. Universidad Nacional del Comahue. G. Roca, Río Negro.