Hace un tiempo leí que Bronnie Ware, una enfermera australiana, escribió el libro “De qué te arrepentirás antes de Morir”.

Allí  refleja lo que vivió con sus pacientes y las frases que más se repiten antes del último adiós. Y así es que formuló los cinco arrepentimientos más comunes de las personas antes de morir. (1)

Y pensé ¿Por qué me interesa esta lista? ¿De dónde vienen esas ganas de saber de qué se arrepienten las personas antes de morir? ¿Será que pienso que eso me puede pasar a mí, o que me está pasando?  ¿Estoy malgastando mí vida, o sea mi tiempo, mis recursos con cosas que no son realmente importante?

Entonces, estamos hablando de la Vida, y lo que queremos en ella, y parece que, para averiguarlo, sirve pensar en la Muerte. La Muerte es nuestro último límite, ya no hay marcha atrás. Mantuve la idea que pensar en la muerte es algo catastrófico y angustiante, prefería no tocar el tema, pero aprendí que la negación y la evasión, termina transformándose en un problema, porque esa actitud evitativa requiere mucha energía y crea tensión. ¿Qué quiero hacer antes de morirme? Entonces, en parte se necesita pensar en la (mi) muerte, para saber qué es lo que quiero en la Vida, como dice Irvin Yalom, la Conciencia de Muerte, nos trae Conciencia de Vida.

¿Y cómo averiguar lo que realmente es significativo e importante para mi vida?

Lo primero es comenzar a cuestionarse, ver cómo vivo, cómo me siento, que vida he llevado, que sueños u objetivos me han movido, cuales sigo teniendo. Y todo esto es a partir de la reflexión, pero lógicamente necesito más recursos, orientación, algo de ayuda.

Seguramente me toparé con los obstáculos que me han impedido reconocer o alcanzar lo que es importante para mi vida.

No se puede tener una vida ideal, ni lograr todo lo que uno quiere, ni jamás arrepentirse de nada. Pero sin duda podemos intentar  salir de la vía de lo rutinario, el camino automático de lo ordinario  y lo inmediato. Todo comienza con un “cambio”.

¿Pero por qué cuesta tanto cambiar?

Esta es la Gran pregunta.  Hay muchos puntos de vistas, intentare algunos.

MANDATOS:  A nivel psicológico, son los mensajes que hemos incorporado a través de los años a nuestra forma de pensar y actuar. Estos mandatos los adoptamos de manera natural y sin discusión, porque en general son transmitidos por personas que nos representan una autoridad (papá, mamá, parientes, maestra/o, médica/o, cura, personaje de los medios, redes, publicidad, etc.); y todo iría bien, si no fuera porque algo nos comienza a molestar y hace síntoma. El problema con los mandatos es que dejan de ser funcionales para nuestra vida actual. Quizás en algún momento tuvieron su razón de ser, como en el cuento de Galeano, el soldado vigilando por años para que no se sienten en el banquito recién pintado. Seguimos repitiendo conductas que no tienen sentido, son desajustadas y hasta resultan un desgaste de energía y nos estresan. Los mandatos nos marcan un camino a seguir, por eso nos dan seguridad y certeza, el tema es que quizás ese camino no es el que mejor que nos convenga, y esa seguridad se paga con conflicto (interno y externo) y frustración. Los mandatos se transforman en “patrones de conductas” más o menos inconscientes y nos restan libertad de actuar a conciencia. Llegamos a creer que elegimos libremente, sin embargo, las influencias familiares son muy sutiles y terminan siendo mandatos que se meten en nuestra psiquis y simplemente repetimos el estribillo familiar.

DISTRACCIONES: Séneca un filósofo romano de antes de Cristo, afirmo: “…nunca habrá un momento donde no aparecerán distracciones.”  Y no estaba hablando de la tele, internet, jueguitos y celulares. Hoy en día las distracciones se han convertido en un modo de vida. El consumismo capitalista se nutre de nuestras distracciones, así que tenemos miles de tentaciones. Lo primero es ser honestos con nosotros mismos y reconocer nuestras distracciones, porque en general las disfrazamos de inofensivas, de pasatiempos comunes, de recreación. Aceptar que nos hacen daño y nos desvían de lo verdaderamente importante. Cuando corremos las distracciones surgirán muchas de las cuestiones internas de las que estábamos escapando, como preguntas incómodas o emociones reprimidas. La mirada interior siempre es fastidiosa, molesta, aburrida, hasta enojosa y angustiante. Aquí la persistencia es esencial, y saber que en el fondo estamos siendo fiel a sí mismos, y buscando lo verdaderamente auténtico, eso nos sostiene.

HÁBITOS:  Son acciones que se repiten de manera automática y que forman parte de la rutina diaria. Se pueden referir a comportamientos, pensamientos o emociones. Los hábitos se forman a través de la repetición de ciertas rutinas, hasta que se vuelven costumbres y parecen normales. Por ejemplo, prender el celular a la mañana, apagar las luces al salir o cepillarse los dientes, enojarse con el tránsito. Estos hábitos pueden ser saludables, útiles o no, según el contexto y nuestras prioridades. Muchos de ellos, no los cuestionamos, y se arraigan, por eso nos cuesta mucho cambiarlos. Aquí lo que impera es la comodidad, el control, la seguridad, la certeza, lo seguro. Para cambiar un hábito tenemos que ponernos incómodos, probar cosas nuevas, salir de lo conocido y el confort. Cambiar un hábito pone en discusión quienes somos, porque nuestros hábitos nos dan identidad. Por ejemplo, levantarnos y/o acostarnos más temprano, así podemos descansar mejor y aprovechar más el día es algo que muchos se proponen, pero después cuesta cumplirlo, porque hemos incorporado lo opuesto como natural y normal. También nuestro hábito de estar siempre conectados a otras personas, o una pantalla, series, ha sido un gran obstáculo para estar solos con nosotros mismo y hacer conexión con nuestro sentir y nuestros deseos más profundos y genuinos. Hay muchos hábitos que nos distraen de lo importante.

MIEDO: Tuvo su origen en la función de protección, de preservación de la vida. Ese fue y es un miedo que está a favor de la vida. En el caso de los humanos hoy, el miedo nos alerta a no tirarnos a un río caudalosos si no se lo conoce o no se sabe nadar bien, no ir a alta velocidad en las rutas (aunque el automóvil lo permita), tener precaución con la electricidad, etc..  Pero a los humanos nos habitan miedos más hondos, que nos limitan la vida, más que preservarla, miedos que terminan estando en “contra de la vida”.  El miedo producido por la Mente es altaMente paralizante. Estamos llenos de miedos, y están en forma de capas, sacas uno y hay otro debajo. Muchos dicen que el Miedo a la muerte es lo más temido, otros el Miedo a no ser querido, a ser rechazado; otros el Miedo a brillar, otros el Miedo que les pase “algo” a seres queridos.  En mi caso he transitado todos los miedos, no significa que los he superado. El miedo a no estar viviendo la vida que tengo que vivir, también me ha visitado. Este miedo esconde una exigencia, un Ideal al cual llegar, que en definitiva es una trampa. Conocer nuestros miedos es un paso muy importante para ir más allá de ellos.  Al Miedo no hay que escaparle, aunque muchas veces no se pueda enfrentar directamente.  Una de las cosas más difícil con el miedo, es aceptarlo. Es que no queremos tener miedo, ni sentirlo, ni admitirlo. Tener miedo es como ser indigno, flojo, débil, incompleto, imperfecto, neurótico, conformista, poco hombre. Estos rótulos tan descalificantes y absolutistas, nos impiden sentir y aceptar el miedo en nuestra vida. Aceptar no es lo mismo que resignarse. Aceptar significa dar espacio y presencia a lo que nos sucede en ese momento, y que no podemos modificarlo ni cambiarlo y no me juzgo o critico por ese hecho. Pero, sabemos que eso puede trabajarse y con paciencia algo cambiará, no como la resignación que mantiene una visión negativa y determinante, cerrada. Al aceptar al Miedo, evito agrandarlo, darle más poder. Al negarlo, o luchar contra él, le doy más fuerza.  Y cuando acepto al miedo, puedo empezar a conocerlo y ese es el comienzo de mi camino de transformación, ya que me voy conociendo, voy ampliando mis recursos, me acepto como humano tal cual soy, dejo de lado como debería ser. Lidiando con el miedo le voy dando profundidad a mi vida y me prepara para nuevas elecciones.

ELECCION:   Si no elegimos, otros lo harán por nosotros.

Nadie puede decirte lo que es importante para tu vida, pero sí te pueden ayudar a “sacar lo que sobra” para que puedas conectar con tu ser más esencial y encontrar las respuestas a tus preguntas.  Dice el escritor Irvin Yalom: “El hecho de que las elecciones excluyen es el motivo oculto por el cual tantas personas quedan paralizadas cuando llega el momento de tomar una decisión. Cada conlleva un no, y cada elección en un aspecto significa que debe haber una renuncia en otro. Muchos de nosotros nos negamos a entender que los límites, la reducción y la pérdida forman parte indisoluble de la existencia.”

Cuando la gente acude al psicólogo o médico, lo hace porque sufre, porque le duele el alma o el cuerpo o ambos. Pocos se da cuenta que ese malestar esta producido y sostenido por una forma de vida, por un “guion de vida” a veces no consciente. Y ese guion está conformado por determinadas creencias y concepciones que vienen de lo aprendido en la familia, transmitido por generaciones, por la cultura con valores exitistas y mercantiles. Y para vivir bien y sanar,  hay que cambiar y resolver realmente los conflictos, hay que “soltar” ideas rígidas que mantenemos  como: -yo tengo razón,  el mundo debería ser como yo quiero; o yo no puedo, no merezco;  mis padres deberían haberme dado tal cosa;  y mi pareja tendría que hacer terapia.  En general pensamos que los demás deberían cambiar, y/o nos vamos adaptando pasiva e incómodamente a lo que nos hace sufrir, nos apaga, nos conflictúa y resistimos en silencio o nos convertimos en unos quejosos.  Evitamos los riesgos, nos quedamos en la zona de confort y vivimos ansiando la estabilidad, como si existiera. La vida es movimiento y cambio continuo.  La elección es una actitud consciente de seguir adelante, de reconocer nuestras heridas, errores, conflictos, limitaciones, y mientras continuamos trabajándolos, seguimos adelante asumiendo desafíos, corriendo riesgos, soltando y tomando, buscando, y si nos paralizamos, volviéndonos a mover, regresando de la huida, frenando nuestras reacciones impulsivas y accionando con conciencia.

¿Cómo entusiasmarnos con la vida? No podemos esperar las condiciones ideales para buscar y priorizar que es lo que queremos en la vida. Bajo riesgo de equivocarnos, requerimos mover nuestra energía, sea hacia adentro o sea hacia fuera.  Caminar hacia lo que nos mueve. Reconocer que nuestra experiencia de vida es personal y única, pero no estamos solos. Es necesario mezclarnos con los demás, a riesgo que nos rompan el corazón, amar, soltar, volver amar, y confiar. A veces nos mueve una persona, a veces la soledad, otras un proyecto, un hobby, una causa, lo que sea y ayude a seguir caminando.

(1) “Los cinco arrepentimientos” de Bronnie Ware

  1. «Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida siendo fiel a mí misma/o, no a la vida que otros esperaban de mí».
  2. «Desearía no haber trabajo tanto y tan duro».
  3. «Ojalá hubiera sido capaz de expresar mis sentimientos».
  4. «Ojalá me hubiera quedado en contacto con mis amigos».
  5. «Ojalá me hubiera permitido haber sido más feliz».