De la ansiedad a la aceptación.
Queremos llevar un vida tranquila, protegida, segura, feliz, que satisfaga todos nuestros deseos, y esto en un punto es legítimo, pero ¿Qué hacemos cuando las cosas no marchan bien?
No marchan bien me refiero a que surgen obstáculos, no se cumplen nuestras expectativas, nos estresamos o desgastamos por ir detrás de algún objetivo o sostener una idea, un trabajo, una relación, un estatus. La vida a veces es dulce, pero también se pone amarga. No es que debamos ir hacia lo amargo (que viene solo), pero si huimos permanentemente de lo amargo, vivimos a medias. El querer solo lo dulce y lo bueno, lo bello y exitoso, lo seguro y tranquilo, hace que rechacemos gran parte de nuestra experiencia básica del vivir, hace que queramos tener controlada la vida, para que no aparezca nada que me dañe o amargue mi dulzura. La persona termina en una lucha continua, y pasa de la inflación, a la deflación de su Ego, de la Omnipotencia a la Impotencia. Esa continua lucha para querer todo lo lindo, bueno, cómodo y seguro, hace que se viva en permanente estado de ansiedad, hasta el pánico.
Ansiedad es lucha, huida y control.
No soy ejemplo de nada, hablo de mí, porque es de lo que más conozco íntimamente, y como humano me pasan cosas como a los demás. A veces me duele la cabeza y todo se vuelve gris, a veces me siento totalmente vital, lleno de vida. Soy ambas cosas. Me llena de alegría compartir con amistades, viajar, jugar al tenis, trabajar en lo que me gusta, escribir, ver a mi hijo seguir su camino, su familia, su trabajo, ver a mi nieto crecer, ver a mi hija atravesando mares, honrar su ser mujer, seguir su alma, estar más cerca de mi hermano a quien amo. Y también me ha pasado en este tiempo, una gran desilusión amorosa, tristeza por mi padre perdiendo su autonomía (ACV e internaciones), perdí la audición de un oído (hipoacusia súbita), transitar temores y enojos profundos. Y sí, mi vida es completa. Lo lindo que nos pasa, el amor, nos abre espontáneamente, y hay un movimiento automático a cerrarnos al dolor, pero si nos cerramos, comienza la lucha. El dolor también puede abrirnos el corazón, porque nos deja vulnerables, sensibles, humildes, simplemente humanos, no somos especiales y hacemos lo que podemos, nos sinceramos.
La vida es paz, alegría y a la vez también desafíos y dolor ¿Podemos aceptar ambas cosas?
Hay personas que tiene tanto miedo a la vida que solo se queda en el dolor, se enamora del sufrimiento, todo es crítica, queja, exigencia, sacrificio, frustración, culpa, estrés, todo está mal. Otros/as huyen despavoridos de las situaciones difíciles de la vida, emprenden su escape hacia el placer, o la racionalidad, se aferran, rechazan los cambios, se refugian en adicciones, en estar todo el tiempo ocupados, es mejor no cuestionarse nada, esperan que la vida sea todo disfrute y comodidad, y no quieren perder nada, no miran al otro ni a su interior, sus angustias, tristezas y enojos no se procesan, prefieren seguir al rebaño, ser “normal”, aunque vivan con “pánico”, ansiolíticos y antidepresivos. Mantienen su inocencia y se sienten fuertes. Y hasta las cosas más bellas, pueden terminar siendo un escape, como el hacer, las relaciones, el sexo, la meditación, el dinero, la familia, el trabajo, el ayudar, la soledad.
Bueno, hay personas de una manera y de otra, pero el tema es que veamos cuanto de cada una de esas características tenemos, sino seguimos mirando para afuera, y seguimos alejándonos de sí mismo/as.
A qué le temes más ¿a la muerte, a la enfermedad o a la vida, a abrir el corazón?
Cuando abro mi corazón comienzo a aceptar, o quizás es al revés, da igual. Aceptar no es resignación, la aceptación es tomar las cosas tal cual son, sin reclamos, ni juicio, y es algo activo, no es quedar esclavo de la situación, un bebé recibe la teta, pero esa recepción no es pasiva, por eso es adecuado decir que “toma” la teta que su mamá le da. En la resignación, externamente no se ve lucha, pero la lucha está en un nivel más profundo, porque hay una parte de uno que sigue insistiendo: -esto no debiera haber pasado, esto no debiera ser así, no lo merezco, no es justo, porque a mí.- Y esto es juicio, y el juicio o me llena de odio o de impotencia. En la aceptación, no hay juicio, o sea me digo: no entiendo porque pasa esto, no lo justifico, ni lo rechazo, me duele, lo siento, y respiro profundamente.
A qué le temes más…capaz, son la misma cosa.
Queremos que nos quieran, hacer las “cosas bien”, que se cumplan nuestros deseos, queremos ser buenos, pero vemos contantemente nuestras imperfecciones y las de los demás, y queremos huir, pero no hay escape posible, huir del dolor es sufrir, aceptarlo es madurar, dejar la inocencia para ser reales y sensibles.
“Estar plenamente vivos, ser plenamente humano y estar completamente despierto es ser expulsado del nido constantemente.” Pema Chödrön, “Cuando todo se derrumba”.
Muy bueno querido amigo. Gracias.