Cuando era chico escuchaba a mi madre cantar una canción que siempre quedo dando vuelta por mi cabeza, que dice: “Ansiedad, de tenerte en mis brazos, musitando palabras de amor”. Ahora, si cuando la tenga en los brazos, este amante, sigue con ansiedad ¿Qué sucede? ¿Por qué? Quizás piense, que ahora que tiene a su amor en los brazos, le haga falta una casa, y si sigue la ansiedad, bueno una familia, y luego un auto y un mejor auto, y un mejor trabajo, o al final quizás cambiar de amante, porque la ansiedad sigue…y sigue…

Justamente la ansiedad es esa sensación de incompletud, de que falta algo, de intranquilidad, de que ya va llegar, o que lo tengo que ir a buscar, solo falta voluntad y algo de suerte. La ansiedad se siente en el cuerpo, pero lo que más sobresale de ella, es el continuo de pensamientos, uno atrás de otro, siempre dirigidos al futuro, y si son negativos, me quiero cortar la cabeza (viene el pánico).

 

Ya casi todo el mundo sufre de ansiedad, y aunque los especialistas dicen que la ansiedad básica es “una reacción normal” y  se presenta ante situaciones nuevas o potencialmente peligrosas; lo que más vivimos, es la ansiedad que nos trastorna la vida, por eso se llaman Trastornos de ansiedad.

 

Pero nos vamos acostumbrando a la ansiedad, como en mi ciudad nos acostumbramos a los accidentes continuos de la ruta 22, a que nuestro hermoso río Negro esté contaminado, a que los jóvenes fumen marihuana, a no tener tiempo para las cosas que realmente nos importa.  Es por eso que el ansioso, tiene pensamientos mágicos: -ya se me va pasar-, -es cuestión de tiempo-, -hay que ponerle onda-, -hay que pensar positivo-, -cuando consiga tal a o tal cosa…la ansiedad se va-. Cuando una persona al fin decide consulta al médico o al psicólogo por su ansiedad, es porque la viene padeciendo hace  más de una década.  Y muchos le recomiendan al ansioso, tranquilizarse, medicación, hábitos saludables, como el ejercicio físico, etc.

 

¿Y si el tema es mucho más profundo?

Porque se trata de una real trasformación personal, una mirada totalmente diferente a  todo lo que aprendimos, de como “debe” funcionar la vida, como dicen, un cambio de paradigma.

Un cambio, suena atractivo, hasta que cuestiona toda nuestra estructura, y peor si ese cambio afecta a los demás, y ahí comienzan las resistencias internas y externas.

 

Queremos estar mejor, sí, pero sin que cambie nada, sin perder nada, -quiero mantener “mi zona de confort”, con el control remoto en mano-.

 

Por eso muchos autoexigentes, perfeccionistas, amantes del control y la certeza, los luchadores natos, los criticones a ultranza, los que siempre tienen la razón, los que le dan para adelante, los que siempre se las arreglan solos, los que van a lo seguro, los que solo creen en la ciencia, esos deciden no cuestionar su mundo en profundidad. Y todos por vivir en esta cultura ansiosa y competitiva tenemos algo de esto, inevitable.

 

Y terminamos por aceptar la ansiedad continua como “normal” y allí se instala el preocuparse demasiado por las cosas, no poder dejar de pensar en un problema, ni querer perder el tiempo, surgen  dificultades de concentración, una sensación en el pecho en forma permanente, respirar cortito, temor a perder el control, miedo a enfermar o morir y pensamientos negativos sobre sí mismo, los demás y el futuro. Y convivimos con los dolores de cabeza, molestias en el estómago, contracturas, palpitaciones, sudoración, mareos, impulsividad, bruxismo, fatiga, como si nada tuviera que ver con la ansiedad, y buscamos silenciar el cuerpo. Pero el cuerpo habla, o grita, y resiste hasta que enferma.

 

CONCLUSION

Si realmente queremos vivir más plenamente, debemos ir contra corriente, bajar de la cabeza al cuerpo, escucharlo, centrarnos en el aquí y ahora, estar en contacto más con lo presente que con lo ausente (lo ausente es lo que ya paso o todavía no vino). Cuestionar lo que es “normal” y esperan (esperamos) de nosotros y arriesgarnos a una nueva vida, transitar el dolor y la tristeza sin anestesia, pedir ayuda,  permitir equivocarnos, dejar de dramatizar y victimizarnos (culpando al resto o a nosotros), asumir que no tenemos el control de todo, ni la razón de todo, y principalmente darnos tiempo,  darnos permiso de jugar, de reír, de encontrarnos.    

Si estamos hartos de estar ansiosos/as, sepamos que el verdadero camino comienza con humildad, coraje y arriesgando algo.