Cuando salí a la calle, un Sr. mayor que no conozco me saludo muy cálidamente e hizo referencia al frío.
En la verdulería me regalaron unas frutas porque sí.
Un paciente trajo unos bizcochos para compartir.
Un automovilista, me dio paso para cruzar la calle con gesto amable.
Mi hija me dejo una notita que me dice que me quiere, y no era el día de Padre.
Mi mamá me invito a comer.
Me dieron un turno fuera de horario así no tenía que esperar más tiempo.
Cuántas de estas cosas vivimos día a día, sin darles el valor que se merecen.
Muchas veces pienso ¿de qué está hecha la vida? ¿De grandes logros o de pequeñas muestras de afecto, de solidaridad, de respeto, de amor incondicional por conocidos o desconocidos? A menudo digo que tenemos demasiado expectativas con la vida, le pedimos mucho, y nos frustramos demasiadas veces.
Quizás se trate de menos y no de más. Menos expectativas, menos deseos, menos consumo, menos crítica, menos auto-exigencia, menos estrés, menos contactos, menos mirada para afuera, menos actividad incesante, menos grandes comilonas, menos información, menos televisión, menos internet, menos mensajes de celulares y jueguitos y cabezas mirando para abajo, para la pantalla y no a los ojos del otro que tengo en frente.
Mi padre, un hombre que se dedicó principalmente al trabajo y ser proveedor, como muchos de su generación, tuvo actitudes que podrían pasar inadvertidas. Cómo olvidar su gesto, en que todas las mañanas cuando iba al colegio bien temprano, me calentaba las medias en el calefactor. Un gesto, que no evitaba mis frustraciones de niño, de adolescente, pero que mirado a la distancia fue ese calor que me subió desde los pies para llegar a ser quien soy, levantarme todos los días de la cama y dar los pasos hacia lo desconocido con confianza. Los gestos de amor inconscientes, si los sabemos mirar (pescar) son los que terminan dándole sentido a la vida y aprender a ser agradecidos por todo lo que recibimos sin darnos cuenta, sin pedirlo casi.
Para muchos maestros y docentes me he sentido insignificante, no mirado, no atendido. Pero siempre rescato algunos que me dijeron que podía, que me veían y me alentaba a dar lo mejor de mí, ya que veían en mí un potencial que yo no veía. Recuerdo a la maestra Maria Antonia La Vella en 7mo. grado y al Profesor Gustavo Morelli en el secundario. Aunque quizás ellos no eran conscientes, pero tuvieron un gran efecto en mí persona, compensador de mi baja autoestima en esa época, ya que no encajaba en el sistema educativo aburrido por demás. Ellos permitieron que esa pequeña luz en mi conciencia no se apagara, esa luz que me decía, que me anime a darle una oportunidad al destino; que no decretara mi fracaso. Quizás todo está en donde ponemos la mirada, en los que te ignoran o desvalorizan, marcando lo que no te sale, o en los que te alientan y estimulan y ven algo bueno en vos, que ni vos lo ves en ti mismo.
A veces me toca escuchar a estudiantes universitarios que llegan al estrés haciendo un gran esfuerzo para estudiar, y aun así les va mal y persisten pasando años así. A veces a otros les va bien en los exámenes, pero no les gusta lo que estudian (estudian por mandato o por ser alguien), y eso los mantiene también exigidos y alejados de su interior. Esa idea de que todo nos tiene que “costar”, que el sufrir es inevitable, que hay que dar hasta agotarnos; idea que nos deja esclavos de una vida que cuando nos aflojamos, ya es tarde y estamos enfermos o llego la hora de partir. ¿Por qué no podemos ir a lo fácil, como el agua que cuando baja de la montaña, elige el lugar más fácil?
Fácil no significa no comprometido.
Y cuidado, no me estoy refiriendo al “facilismo social” que promueve falsos ideales, mantenidos por el interés del mercado de consumo, que nos bombardea de continuo por medio de las propagandas y programas que nos adormece y solo nos mantiene entretenido con sus imágenes de sexo, violencia, chusmerío y existismo, que conduce a la pasividad que aplasta. No hablo de perder la actitud crítica y dejar de poner nuestra mejor energía en lo que creemos o soñamos e intentar todas las veces que queramos hasta que nos salga, pero sin llegar al estrés, cuando estamos agotados, llego el momento de cambiar de rumbo.
Es necesario que nuestra entrega a la vida sea fácil.
La entrega es una disposición y/o actitud de apertura y aceptación incondicional hacia una situación, un hecho o un fenómeno (tanto interno como externo).
Vivimos en una sociedad que está orientada hacia la acción, hacia el hacer y hacer y luchar y sacrificarse. Y a veces, éste es un hacer sin sentido, un hacer automático, repetitivo y sin reflexión. Por un lado esto produce mucha adrenalina, y por momentos hace sentir viva a la persona, pero acaba por sentirse agobiada y sin dirección. Cuando tomamos este ritmo de vida, es necesario hacer una pausa, un parate. Parar y pensar que nos pasa, como nos sentimos, adonde vamos tan apurados, ¿estamos de acuerdo con la dirección que lleva nuestra vida? ¿Esto es lo que realmente queremos? ¿El fin justifica los medios? ¿Qué costos debo pagar por vivir así?
Para el que vive a mil, el parar, es todo un desafío, hasta un riesgo, ya que al parar, nos hacemos consciente de toda nuestra locura, todo lo que no queríamos ver, todo lo que escondíamos de nosotros mismos, lo que evitamos por no saber enfrentar las situaciones difíciles. Se nos presenta nuestras mentiras y la angustia por todo lo negado y no dicho.
Y si nos quedamos todos quietos por un minuto…y paramos la rutina, y cambiamos la mirada, y soltamos el control y disminuimos el ruido (apagamos la tele, la compu y el celu), y empezamos a “escuchar (nos)”, y cambiamos cantidad por calidad. Y nos damos tiempo, y miramos lo pequeño, volamos bajito, y quizás nos demos cuenta que no hay un momento igual otro, que nada se repite, y podemos ver la vida con asombro, es un milagro que estemos vivos, es tan frágil la vida. Y así como viene se va!!! No hay obligación de aferrarse a nada, que necesidad de darse cabezazos contra la pared, podemos relajarnos y quizás las cosas serán como deben ser. Quien puede decir porque nos suceden ciertas cosas en la vida, no todo es controlable o racionalizable; vivir requiere humildad y darle espacio al asombro, a encantarse, a emocionarse y fluir, mientras podamos.
Conclusión
Menos, fácil y valorar los pequeños gestos, esa es una sabiduría de vida, que nos permite fluir y vivir con sentido, entusiasmados y agradecidos porque sí.
Excelente Gustavo. En este resguardarnos en casa está la oportunidad de ser sinceros con nosotros mismos.
Siempre elegí lo fácil en mis elecciones de vida y puedo decir que hoy disfruto el resultado de esas elecciones. Que tuvieron sus consecuencias porque no todos entienden el camino elegido
Muy bueno. El esfuerzo está muy sobrevalorado. Nada mejor que la lentitud para saborear los momentos!!
Muchas gracias GUSTAVO! Que bueno que haya alguien que ponga en palabras o exponga tan claramente pensamientos que, por ahi se nos cruzan, pero evitamos porque el mandato social o el consumismo desenfrenado nos lleva para otro lado. MUCHAS GRACIAS!!
Me encantó Gustavo.. Me gusta eso de apagar los celu, la compu, pararlo todo… Tal ves así nos encontremos con nosotros mismos y no nos guste. Un abrazo 🤗
Realmente es un placer leerte como escucharte siempre Gustavo….a veces son tan simples y disfrutables las cosas los juegos, los tiempos de calidad y no cantidad….y si…a veces andamos a mil sin reparar en las pequeñas cosas…
Excelente,hace tiempo que entendí que lo simple disfrutarlo y agradecerlo hace sentir bellas sensaciones ,se vuelve todo más lento ,de mejor sabor, puedo observar detenidamente,escuchar, gracias gracias gracias por compartir.