¿Cuántas veces en la semana, nos retiramos a un lugar de la casa, a algún lugar de la ciudad, y nos vamos solos con nuestra alma, y apagamos el celular, el iPhone, la Tablet, la compu, la radio, la tele (cada vez hay más cosas que apagar), y nos quedamos en silencio, contemplando, sin darle importancia a ningún pensamiento en particular, sin ponernos a resolver ningún problema, ni a decidir nada?
En esta vida actual, según mi reducido muestreo de la gente que veo en consultorio, alumnos, amigos y familiares, creo que son muy pocas las personas que llevan adelante esta práctica del silencio.
Retirarnos nos puede permitir para la máquina, descansar, desintoxicarnos, suavizarnos, bajarnos del mundo un rato, estar vacíos, no aferrarnos a nada, soltar y practicar la libertad de espíritu.
El pensador francés David Le Breton, autor de libros como “El silencio” y “Elogio del caminar”, nos relata de cómo hemos ido organizando nuestros horarios a base de ruido. Esto principalmente en las ciudades con su tráfico y toda la variedad de contaminación acústica, que ha hecho que desarrollemos hábitos contrarios al silencio.
“En este contexto, el silencio implica una forma de resistencia, una manera de mantener a salvo una dimensión interior frente a las agresiones externas. El silencio nos permite ser conscientes de la conexión que mantenemos con ese espacio interior, la visibiliza, mientras que el ruido la oculta. Otra manera que tenemos de conectar con nuestro interior es el caminar, que transcurre en el mismo silencio.”
Cuando practicamos meditación y/o caminamos en la naturaleza, podemos vislumbrar lo que Le Breton nos dice, y el gran desafío es mantener esa práctica de silencio y que se expanda en nuestra vida cotidiana.
Estoy convencido que la mayoría de las personas en el mundo occidental hemos perdido la conexión con nuestro interior. Todo el trajín diario hace que estemos para afuera, siempre llenos de tareas a cumplir y cuando nos tomamos vacaciones, brindamos por la desconexión de las ocupaciones que nos abruman, pero la desconexión de sí mismo, de ese espacio interior continúa. No ha de llamar la atención que los trastornos de ansiedad y la depresión sigan en franco aumento en nuestro mundo civilizado.
Cuando entramos en silencio dejamos de escapar, dejamos de buscar lo que sea, aunque sea algo digno como la felicidad. Dejamos de correr y proponernos metas, dejamos de pensar en un mundo mejor y en todas las injusticias (propias y ajenas), y estamos ahí, sin desear nada, sin esforzarnos, sin pasado ni futuro; todo es presente y entrega.
¿Y qué es el silencio?
El silencio es nada, o todo, según como se lo mire.
Es dejar que la vida transcurra y no influir ni accionar. Ojo que estoy hablando de silencio y no de orar, rezar, meditar, relajarse…ni nada que se le parezca. Es super simple, pero quizás nos parezca sumamente difícil porque siempre estamos llenos de palabras, de acciones, de ruidos, de proyectos, de amores, desamores, de hambres, enojos, opiniones, deseos y frustraciones. El silencio es hacer vacío, es vaciarnos. Es despojarse, rendirse a la realidad, no huir. Practicar silencio no es poner la mente en blanco, ni en ningún color, es dejar que la mente haga lo que quiera, y no entrar en su colorido ni en su dramatismo. Silencio es aceptación, dejar que las cosas sean tal como son, por lo menos por un ratito. El silencio está ahí, es el espacio existente entre lo que no dejo de ser y lo que todavía no es. El silencio es transición, es estar “al lado del camino” como dice Fito.
Le Breton afirma: “El silencio es la expresión más veraz y efectiva de las cosas innombrables. Y la toma de conciencia de que hay determinadas experiencias para las que el lenguaje no sirve, o no alcanza, es un rasgo decisivo del conocimiento.”
En este mundo de producción, de hacer, de tener, de consumir, de lograr, de alcanzar, de naturalizar la ansiedad y el estrés, del ir para adelante, de estar siempre bien, suena un poco raro esto de parar y hacer silencio y dejar todo en suspenso. Pero seguramente si llegaste a leer hasta acá, algo de curiosidad te da este experimento, y a eso es lo que se suele decir “el llamado interior”, ha llegado el momento. En realidad no se puede asegurar que hacer silencio pueda ayudar o tenga alguna utilidad, si así fuera, ya lo estaríamos volviendo un objeto de consumo más. Pretendo que puede ser una “experiencia”, algo para explorar por sí mismo y ver qué sucede, sin expectativas.
CONCLUSIÓN
El silencio es una acción (sin acción) más espiritual que racional o científica, porque se trata de adentrarse en un misterio…en un espacio sin tiempo ni esfuerzo.
Querido Gustavo: aprecio mucho tus posts….
Sin dudas para mi , no es pretencioso decir que la práctica del silencio y la atención plena, por ej.: mientras trabajo, me ha llevado a una comunicación íntima con mi parte del ser más pura que subyace debajo de toda la alienación mundana, esa locura que nos impone “un traje” a medida de la locura que dirige los destinos en esta sociedad terrenal diría…
Allí está ella…, el todo y la nada al mismo tiempo, la matriz, EL SER fuente de toda inspiración, gozo y armonía…. Aquí estamos!: despertando!
Gracias por inspirar este comentario. Te abrazo fuerte, MAESTRO 🙏
gracias gracias gracias practico el silencio y me encanta